lunes, 9 de abril de 2007


Al final del pasillo se detiene, observa a través de una pequeña ventana el interior de la última cabina, mueve la cabeza en señal de descontento y se dispone a entrar. El Sr. Lagartija descansa en su cama con una dulzura casi cínica que solo los niños poseen. Su cola y su lengua están perfectamente alineadas en el borde de la cama, está totalmente desnudo, tiene solo puestos audífonos, guantes y botas. Hay catorce pantallas de diferentes tamaños en cada uno de los rincones de la cabina, todas encendidas con extraños conciertos de música o canales porno. Un sinfín de envases de pintura en aerosol adornan aleatoriamente el piso al igual que diversas botellas de licor vacias, junto a una serie de pequeñas piezas cuadradas en color verde lagarto que se usan para un extraño juego de mesa llamado nominó.

El Pirata lo toma de los pies sacudiéndolo con dificultad, ya que las botas hacen del cuerpo del Sr. Lagarto un pesado bulto. No despierta. Prende otro cigarro buscando la estrategia adecuada en el preciso instante en el que entra campanita quien comienza revolotear alrededor de la cabeza del reptil. Con su diminuto, pero puntiagudo badajo inicia a propinarle una serie de sutiles piquetitos en la nariz que al cabo de unos segundos terminan despertándolo. Un estridente estornudo que retumba en toda la Maria Tijuana, indica a toda la tripulación que es hora de iniciar el día.
Si que si.

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